El silencio de La Repunta, palabras sepultadas en arenas
Una crónica sobre la tensión que se vive con cada homicidio en la ciudad
Por: Carlos Andrés Cuadrado Mayoral
Siendo las 5 de la tarde, después de una larga jornada laboral, cuando terminé de escribir historias e informar lo que pasaba en Barrancabermeja. Salí con la idea de irme a casa a descansar un poco agotado y con el pensamiento encontrado en mi cama (realmente no tenía ganas de ir a otra parte) de repente llega un mensaje; de aquellos que llegan en los muchos grupos de prensa en los que estoy.
El mensaje que llegó dice: “Un llamado 901”, que hasta la fecha en mis dos años de periodista, significaba al principio solo tres número insignificante, cuando fui entendiendo a través del tiempo, era la señal más rápida para dar a conocer que una persona había sido asesinada o estaba muerta por x o y razón.
Decidí parar en la moto a fuera de mi trabajo, vi el mensaje y la ubicación donde se encontraba la persona sin vida, y allí mi mente recordó que en ese sector solamente pasaban
cosas malas. Que allí únicamente se mencionaba por las personas heridas o muertas que sacaban de aquel lugar. Dije en mi pensamiento “retarme” es que soy capaz de enfrentar mis miedos.
Solo aceleré el vehículo y llegué cuando más pude, traté de llamar a la policía para qué me realizarán un acompañamiento, pero este ni contestó, cuando estaba en aquella punta de la comuna uno, donde solo se ve arena y niños tratando de jugar, ellos no sabían que a escasos metros había una persona asesinada grapada por bala de fuego, Así es, solo trataban de distraer esa mirada de un “atentado sicarial” a divertirse con la arena que las grande máquinas sacaban de la orilla de uno de los cuerpos hídricos ubicados por ese sector.
Al llegar al punto donde se encontraba el sujeto que fue identificado como alias “Lalo” de nacionalidad venezolana, estaban algunos uniformados a la entrada, por seguridad me acerqué; pensé que iba a tener protección por parte de ellos, y que iba a saber de lo estaba pasando con información de la policía. Pero así no fue, cuando les pregunté, del que había pasado en el lugar, me respondieron: “no sabemos nada, allá al fondo está toda la información”, lo más gracioso, es al sugerirle a uno de ellos que me acompañará, manifestó que no iba, porque estaba cuidando la camioneta y que por seguridad no entraba hasta el fondo.
La tensión al ent
rar a cada cuadra era llena de terror, solo seguí mi camino, y más adelante en una esquina con las manos temblorosas, mi pensamiento rígido lleno de imaginación de que alguna bala iba a rozar por mi cuerpo, era lo único que suponía al dar cada paso, llegué hasta donde una mujer de tés morena, camisa azul y cabello negro. Ella se encontraba charlando con otras vecinas, le pregunté; ¿qué fue lo que pasó?, me respondió: “no te puedo decir, si te digo, ¡Me matan, hay personas aquí malas!”, mi garganta solo pasó saliva y siguió su camino hasta donde se encontraba el vehículo donde sería cargado el cuerpo sin vida.
Tome un par de fotos, y traté de buscar testimonio, pero las personas se alejaban, entendí que entre la arena había palabras sepultadas y que lo que pasaba allí, únicamente ellos eran testigos, y que si descubría más allá de un castillo de arena podría quedar como los dos sujetos que fueron asesinados en menos de 24 horas.
