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Blanca Rosa: Construyendo un sueño en ladrillos

A pesar de las adversidades, ha logrado construir poco a poco su propia vivienda con sus propias manos.

En el corazón de Barrancabermeja, entre el sonido rítmico de las palas y el aroma del cemento fresco, una mujer desafía los estereotipos y levanta no solo paredes, sino también esperanzas. A sus 57 años, Blanca Rosa Duarte es más que una maestra de obra; es una constructora de sueños que, con sus propias manos edifica.

El sol apenas asoma en el horizonte cuando Blanca Rosa deja su casa lista en labor de ama de su hogar; luego, ajusta su casco, ata fuerte sus cordones de zapatos,  y se dirige al sitio de construcción, que ha sido su sustento con el que logró sacar adelante a sus hijos desde que su esposo falleció.

Sus manos, marcadas por el trabajo y el tiempo, sujetan con firmeza las herramientas que ha convertido en extensiones de sí misma. Cada ladrillo puesto no es solo parte de una estructura física, sino un símbolo de resistencia, desafio y pasión.

Pero, la vida de Blanca Rosa no siempre estuvo ligada a la construcción. Durante años, desempeñó diversos oficios, desde vendedora ambulante hasta empleada doméstica. Sin embargo, el suceso que cambió el curso de su destino fue la grave enfermedad de su esposo.  “Cuando a mi esposo le diagnosticaron cáncer, sentí que el mundo se me venía encima”, recuerda con la voz entrecortada.

Sin recursos económicos, y con hijos que mantener, se vio obligada a buscar nuevas formas de sustento. Fue entonces cuando encontró en la construcción una oportunidad.

“Un amigo me ofreció trabajar como ayudante en una obra. Al principio dudé, porque siempre se ha dicho que la construcción es cosa de hombres. Pero las circunstancias me llevaron a aceptar el reto”, comenta mientras sus ojos reflejan determinación.

Blanca Rosa recuerda como su presencia  en un ambiente dominado por hombres no fue fácil al inicio.

“Algunos compañeros me miraban con incredulidad, no creían en mis capacidades, otros incluso se burlaban. Pero yo sabía que tenía que demostrar que podía hacerlo”, afirma con orgullo esta mujer que recuerda como en esos días difíciles, sus hijos necesitaban la fuerza de esta madre que demostró que en labores dominadas por hombres también podía intentarlo.

Y fue así como, día tras día, Blanca Rosa aprendió los secretos del oficio: mezclas, medidas, técnicas. Su dedicación y esmero no pasaron desapercibidos, y pronto se ganó el respeto de sus colegas.

“Dicen que la construcción es para hombres, pero nosotras las mujeres también tenemos la capacidad para trabajos fuertes”, asegura.

Su historia es hoy un testimonio vivo de que las barreras son solo mentales y que el verdadero límite está en no intentarlo.

Durante años, Blanca Rosa ayudó a materializar los sueños de otros al construir sus casas. Sin embargo, veía como su propio hogar seguía siendo una modesta casita elaborada en tablas.

“Mi casa era muy humilde, a mitad de lote, pero siempre soñé con tener una vivienda digna”, confiesa tímidamente. Fue con el tiempo y aprovechando sus conocimientos, que decidió emprender la construcción de su propio hogar.

“Poco a poco, fui levantando las paredes. Por ahora la tengo en obra negra, con piso negro. Aún falta mucho, pero cada día es un paso más cerca de mi sueño”, dice mientras muestra con orgullo los avances de su vivienda.

A pesar de las limitaciones económicas, no pierde la esperanza. “Las ganas de terminarla están. Lo que me falta es el dinero para materiales como arena y cemento, pero sé que lo lograré”, añade con optimismo.

Blanca Rosa no ve la hora de llegar con su casa a la parte que más disfruta, la etapa de la obra blanca. Asegura que es el momento en el que todo cobra vida, y se ve la belleza de lo construido. Como mujer detallista, presta especial atención a los acabados, los detalles que hacen de una casa un verdadero hogar.

“Me encanta ver cómo cada espacio toma forma y personalidad. Es como ver florecer algo que has cuidado con tus propias manos”, comparte.

Más allá de su labor en la construcción, esta mujer se ha convertido en una fuente de inspiración para muchas mujeres en su comunidad. Asegura que quiere que otras mujeres sepan que también pueden, y con determinación dice “No necesitamos tener un hombre al lado para salir adelante”.

Su historia es un llamado a romper las cadenas de la dependencia y a reconocer el valor y la fuerza que cada mujer posee.

Mientras el sol se oculta y las sombras de las construcciones se alargan, Blanca Rosa no detiene su labor. Sabe que cada día es una oportunidad para avanzar, para construir no solo estructuras físicas, sino también un legado de esfuerzo y superación.

Mientras termina su café al contarme su historia, su mirada se pierde en el horizonte a través de la ventana aún sin marco, imaginando el día en el que su casa esté terminada, no solo como una edificación más lograda, sino como un símbolo de todo lo que se ha propuesto.

La historia de Blanca Rosa ya ha comenzado a generar cambios en su comunidad. Algunas de sus vecinas, inspiradas por su ejemplo, han decidido incursionar en oficios tradicionalmente masculinos, lo cual la motiva y la llena de orgullo.

La vida de Blanca Rosa Duarte es una crónica viviente de resiliencia, pasión y determinación, en la construcción de su propio sueño.

 

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