Alicia en el Inquilinato
#LecturaRecomendada El drama de la gente que sin techo y sin trabajo, de lo único que se aferran es del más frágil de los insumos humanos: la esperanza.
Por Pedro Severiche
La denuncia en Enlace Noticias de una mujer desempleada, atrasada en un año en el pago del arriendo y agredida por uno de los familiares de la dueña del inmueble por no acceder a sus pretensiones, muestra la dimensión del drama de vivir en soledad y sin empleo.
Se llama Alicia y nos dice que es médico veterinaria y zootecnista con una especialización: estar sin trabajo hace ya largo rato.
Asegura haber trabajado para el Sena, la UIS y en la Empresa Social del Estado ese Barrancabermeja. Dice que “Me toca salir a bultear todos los días”, significando con ello que vive del diario.
De cabellera de trenzas adornadas con shakiras y de frágil cuerpo de ébano, encierra ella el drama de vivir en un inquilinato, con dos mascotas y su agresor en la habitación de al lado.
Ese inquilinato dónde tiene su pieza en arriendo -atrasado- está ubicado “diagonal al Puente Picapiedra”, son sus coordenadas.
Y aquí vale un apunte histórico local:
Ese puente es quizás el más viejo con los que cuenta Barrancabermeja, toda vez que se levantó con premura porque antes era un tubo grande de alcantarilla al que había que cruzar a pie y guardando el equilibrio. Está en la carrera 17 entre calles 53 y 54 del barrio Uribe Uribe (apellidos de un caudillo liberal muerto a punta de hachazos). Con la construcción del Hospital San Rafael (hoy Regional), la alcantarilla hubo que habilitarla como puente para el raudo paso de las ambulancias hacia el nosocomio. Hablo de fines de la década de los sesenta, y desde entonces nunca se la hecho mantenimiento alguno a ese puente que, sin duda alguna, es un símbolo de la ciudad.
¿De qué se ríe?
Relata Alicia que la mañana del pasado jueves (a eso de las 6 y 40), ella se encontraba en el patio del inquilinato y se disponía a lavar su ropa. Al sonreír al paso de quien según ella es su agresor, éste le pregunta de qué se ríe. Ella le responde que si no puede reírse. Acto seguido el hombre le lanza el contenido de café caliente del vaso que llevaba en sus manos. Su agilidad de gacela impide el cometido de quemarla.
Se le indaga a Alicia sobre el porqué esa persona la agrede de esa forma. La profesional cesante, con trenzas de Shakira y figura frágil, revela este dato:
-Él me pasa papelitos por debajo de la puerta insinuándome cosas.
El hecho grave de la denuncia tiene que ver con la forma como fue atacada por el agresor de los papelitos después de haberle arrojado el café caliente:
“Se me abalanzó, me tiró al piso, me golpeó contra las paredes, y después contra el suelo”, sostiene Alicia quien denuncia que el agresor actúa así con la complacencia de su abuela y su tío, quienes son familiares de la dueña del inquilinato, muy seguramente motivada ésta última por los retrasos en los pagos del arrendamiento.
La Justicia
Cuenta Alicia que no es la primera vez que es agredida. Que el caso ya lo conoce la Inspección de Policía. Que se le cita por parte del Inspector y su atacante no acude a las citas, sin que nada pase. “Nunca se presenta”, se queja.
Sin embargo, y a pesar de lo lento que dice que avanza la justicia en su caso, ella confía en que la puedan proteger. Mientras tanto, Alicia sigue relatando la forma como le bajan los tacos de energía eléctrica para que no le llegue el servicio (aunque ella dice que tampoco lo pagan); le arrojan excrementos en el sifón y su agresor le sigue dejando papelitos por debajo de la puerta, “con la intención de que yo tenga algo con él”, nos explica.
Y agrega:
-No tengo la ayuda de nadie.
Este el drama de la gente que sin techo y sin trabajo, de lo único que se aferran es del más frágil de los insumos humanos: la esperanza.
Eran mejores los tiempos, al menos más sosegados, de Pedro y de Vilma Picapiedra, no hay duda.